Pareciera un chiste de mal gusto, la supuesta representante «indigena» del PAN, y de fondo un asesino de apaches y otros indígenas del norte de México, para quedarse con sus tierras…
Chihuahua. La visita de la senadora panista Xóchitl Gálvez a Chihuahua, en busca de la candidatura de la oposición, la coalición del PRIAN, los sectores empresariales y de la reacción en México, generó varias reacciones y mensajes sobre lo que representa la derecha.
Entre los varios encuentros que tuvo la denominada «señora X, y no por la inicial de su nombre, sino por la imposición que tuvo el empresario Claudia X, González sobre las estructuras partidistas del PAN y PRI para controlar la candidatura de la oposición, su reunión con la gobernadora María Eugenia Campos Galván fue de las más llamativas.
Dejando de lado lo oficial, Xóchitl Gálvez en su desparpajo y baja comedia politiquera, llegó a un estado gobernado por amigos y cercanos, un sector del panismo que alberga lo más rancio de la derecha partidista, de distanciamiento con el gobierno federal y de corrupción, rasgos que también definen a la ahora aspirante más cercana a la candidatura por parte del PRIAN.
Sin embargo, además de los ataques que se enviaron desde esta trinchera panista en contra del presidente López Obrador, y del respaldo que tuvo Xóchitl por parte de la prensa chihuahuense, hubo algunos detalles que exhiben la calidad moral y postura política de Xóchitl, a quien la oposición intenta sembrar una imagen de panista moderada, e incluso hasta de progresista o de «izquierda», en un absurdo político que sólo demuestra la hipocresía y el engaño de esta campaña que pinta al estilo de Vicente Fox.
En su reunión con la gobernadora, surgen varias una fotografías en las que pareciera parte de un momento de encuentro y compañerismo entre las figuras de mujeres panistas, sin embargo el fondo demuestra un oscuros mensaje, lleno de hipocresía, de odio, racismo y clasismo, característico del panismo.
Detrás de las mujeres se encuentra el retrato de Joaquín Terrazas, un viejo hacendado de la familia Terrazas, quienes se hicieron con gran parte del territorio estatal en el siglo XVIII, al exterminar a las tribus y cultura indígenas que ya habitaban estas tierras, antes de la llegada de los españoles, lo que Joaquín Terrazas realizó y en sectores de la derecha y panismo chihuahuense aún se conmemora como una celebración, fue el exterminio y genocidio de apaches y otras culturas.
Joaquín Terrazas, primo de Luis Terrazas, «dueño de Chihuahua», ordenó una campaña de exterminio contra los apaches, campaña que comandó Joaquín, por lo que era conocido como «el azote de los apaches», acabó con la vida de grandes leyendas de la resistencia apache en el norte de México y Chihuahua, Victorio, Juh y Gerónimo.
“El gobierno les pagará 4 reales a los infantes y 6 más a los que se presenten a caballo y les pagará los premios por cabelleras de indios guerreros, las piezas vivas de mujeres y muchachos según la ley, y 2 mil pesos por Victorio”, informó Luis Terrazas a su primo, y dispuso de todo el apoyo del gobierno de Chihuahua a esta tarea genocida.
Ayudado por rastreadores tarahumaras, venció poco después al jefe Victorio, a quien mató de un balazo mientras cabalgaba al frente de sus hombres en la batalla de Tres Castillos. Fue el 15 de octubre de 1880. Murieron 62 guerreros y 16 mujeres y niños. Los sobrevivientes fueron reducidos a trabajar como sirvientes entre las familias adineradas de Chihuahua.
Lo demás es historia, aunque una que parece olvidada, los Terrazas acabaron con miles de familias apaches y se adueñaron de cientos de hectáreas en todo el estado, los apaches que sobrevivieron a la derrota terminaron sus días en las reservaciones de Texas y Nuevo México. En Chihuahua no quedaron más que un puñado de decenas, luego de la guerra de exterminio librada en su contra.
Cabe destacar que tras el asesinato masivo de los apaches, los negocios de algunas familias chihuahuenses, como los Terrazas, los Cuilty, y los Creel, comenzaron a prosperar en la explotación mineral y natural, la ganadería y el desarrollo económico como los primeros bancos, también el surgimiento de los principales promotores políticos de lo que algunas décadas después sería la fundación del Partido Acción Nacional.
Lo descabellado de esta historia que el panismo celebra en privado, porque del tema nunca se habla en público, más que para exaltar los beneficios del exterminio para la supuesta prosperidad económica de algunas familias en Chihuahua, es que Xóchitl Gálvez dice ser la máxima representante de los indígenas, una máscara o propuesta de campaña política para impulsar a la panista frente a la candidatura que surja de morena.
¡Vaya contradicción simbólica o mensaje oculto que exhibe la hipocresía y el engaño, utilizar la imagen de los indígenas mientras que por otro lado ríe y celebra con los principales beneficiarios del genocidio apache, el panismo de Chihuahua». El ahuizote.